Montaje de Susana: El parto de la luna

El parto de la luna


El fuego (II)


SEGUNDO ACTO
Fondo con cortinas bermejas.
Los conos volcánicos siguen fumando.
La dama negra se esfuma.
Un toldo blanco se extiende
tapando las vaporosas bocas.


ESCENA I
Narradora:
Transcurren nebulosos años.
En las tripas de los gigantes,
hirvieron los jugos gástricos
y sus escupitajos inundaron
la tierra de ácidos.

Un alto porcentaje de óxidos de azufre
se ocultó en el vapor de agua
y las nubes de anhídrido carbónico.

¿Quién sanará al planeta
del ataque avinagrado
que ocultó la espaciosa tierra
bajo estériles desiertos salados?

Ni el sol quiso acercarse
a la apestosa tierra
y cortó sus cabellos dorados
mostrando un poco la calva
y sus sienes despejadas.

A la luna le molestó el olvido
y que el sol reduciendo su brillo
tornara la tierra tan oscura
que ni películas amarillas
en las gafas plateadas
pudieron facilitar la visión nocturna.

Aliada con la vida
y enojada con la estrella
agitó las escasas aguas
alcanzando las mareas
trescientos metros de altura.

La frescura trajo la lluvia
y regó la tierra caliente
fecundando con sus gotas
como un veloz esperma.

ESCENA II
Se abren las cortinas rojas.
Una hermosa luna preside la escena.
Una dama blanca embarazada
ocupa el centro de la luna.


Narradora:
La atmósfera se aligeró,
los océanos se alzaron
y el sol, de nuevo,
quiso lucir su melena.

La luna paciente esperó
el transcurso de los tiempos
y cantó miles de nanas
a aquella sopa trófica
albergando la esperanza
de que encinta estuviera la tierra.

El embarazo fue largo
y pasaron muchos, muchos años…

ESCENA III
Un gran huevo se incorpora
al centro de la escena.
Con el discurso de una voz,
un dragón volador nace
rompiendo el huevo con su pico.


Narradora:
La anciana luna celebra
cada parto en las aguas
después de que sus múltiples huevos
se rompan como las olas.

La luna se hizo anciana
y cosió miles de trajes:
unos de lana y ganchillo,
otros de seda y raso;
unos echaron patas,
otros, un pico y dos alas.

Pero hubo tanta descendencia
que la tierra gritó con fuerza:
—Basta ya, luna fecunda;
con tanta prole llorando
no descanso ni de noche ni de día.


A todos quería la luna
mas el sol se resistía
a los hijos de la dama,
pues no quería reflejos
que pudieran confundirse
con su luz radiada.

¡Es narcisista la estrella!
¡Ella quiere brillar sola!
Así solo incubó
calentándolos en su cuna
a los huevos
que le dio la gana.

La luna escuchó la queja
y se entristeció tanto
que maquilló todas sus manchas.
Un tiempo duró su lutó
hasta que un día
otra cáscara se rompió.

Luna: (dama blanca)
—¿Quién será el que pica el huevo?
Si es un moderno lagarto
le tejeré un vestido de plata...
¡Pero el retoño también tiene alas!


Narradora:
El parto de un dinosaurio
despertó al rey solar.
¡Envidioso está del paraíso terrenal!
Demasiados ácidos hay en la tierra,
que depredadores ahora
reclama el círculo estelar.
Que tengan un buen provecho
omnívoros, carnívoros y herbívoros.

Y así pasaron muchos, muchos años
mientras muchos cigotos eclosionaron.

El parto de un pterosaurio
alertó a la celosa luz.
¡Que quiere robarle su fuego
y proclamarse un nuevo dios!
Desea ascender muy alto
con la fuerza de la mortandad.
Despojos de seres muertos
serán la impetuosidad
que el animal necesita
para volar por el cielo
y alcanzar el sol.

FIN

copyright  Susana Cía Benítez 2023


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